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El irreversible impacto de Fidel Castro en mi vida

Alberto N. Jones en el año 2000
Alberto N. Jones en el año 2000

Date: 

16/12/2016

Source: 

Havana Times

Author: 

Me atrevo a decir que hasta el 25 de julio de 1953, no mucha gente en Cuba o alrededor del mundo había escuchado el nombre de Fidel Castro Ruz, eso cambió drásticamente el 26 de julio de ese mismo año.
 
Como todos los veranos anteriores mientras vivimos en la ciudad de Guantánamo, nuestra familia fue invitado por la familia Payares para compartir con ellos durante el famoso Carnaval de Santiago de Cuba, que por lo general comenzaba  con un baile en los jardines Hatuey y que se prolongaba hasta las tres de la madrugada.
 
Cuando intentamos llegar a la casa no había taxi, así que tuvimos que caminar y cantar en nuestro camino de regreso, lo cual nos llevó cerca de las paredes del cuartel  Moncada, que se encontraba a solo cuatro cuadras de donde nos dirigíamos.
 
Cuando estábamos listos para ir a la cama, escuchamos algunas explosiones que la mayoría de nosotros asumió eran fuegos artificiales. Cuando estas se intensificaron, muchos vecinos salieron corriendo hacia sus puertas  y miraban hacia el cuartel, donde se creía que estaba ocurriendo un enfrentamiento ente los soldados de Santiago de Cuba y los refuerzos provenientes de La Habana.
 
El intenso tiroteo duró hasta alrededor de las siete de la mañana  y muchos adolescentes se acercaron atrevidamente a una de las entradas del cuartel Moncada. Hubo un gran ir y venir de jeeps del Ejército, seguido de esporádicos disparos, que resultaron ser las ejecuciones de los prisioneros no antes de ser torturados.
 
Un posterior toque de queda cerró la urbe, y le siguieron las búsquedas en las casas al azar, así como las palizas y las detenciones que aterrorizaron a todo el mundo.
 
Al mediodía del lunes  el toque de queda se había suspendido  y mi familia se dirigió hacia la estación para regresar a Guantánamo, y en el camino nos topamos con unos 40 ataúdes hediondos que chorreaban y estaban cubiertos por enjambres de moscas, que yacían bajo un sol abrasador en la acera cercana al Moncada.
 
Fidel Castro fue capturado una semana después y de forma milagrosa salvó su vida porque el teniente afrocubano Sarría desobedeció las órdenes de matarlo apenas fuera encontrado; fue llevado a una corte marcial  y encarcelado.
 
El juicio tuvo lugar meses después y la poderosa autodefensa de Fidel Castro, “La History me  Absolverá”, fue sacada de los tribunales y se convirtió en el manifiesto de reclutamiento del Movimiento 26 de julio.
 
Miles de jóvenes se unieron al movimiento y en su ignorancia, Batista los convirtió en sus enemigos, al  perseguirlos, encarcelarlos, torturalos, asesinarlos y abandonar sus cuerpos en la orilla de la carretera  para que se pudrieran.
 
Guantánamo se horrorizó con el asesinato del líder estudiantil Omar Ranedo, lo cual llevó a un levantamiento de la ciudad, el que fue duramente aplastado y provocó que muchos jóvenes buscaran  refugio seguro en GITMO (la Base naval de Guantánamo) en el verano del  año 1958.
 
En la Base naval otros trabajadores cubanos y yo apoyamos la insurrección recaudando dinero y usando prendas militares.
 
Al fin dejé mi trabajo en la base estadounidense el 22 de octubre de 1962, cuando iniciaba la  Crisis de los Misiles.
 
El gobierno cubano había creado el Sistema Universitario de Becas en 1960, que cubría las necesidades de los estudiantes, pero yo no había completado mis estudios de la escuela secundaria, lo que no me permitía ser elegido. Un buen amigo de la Facultad de Medicina me mantuvo al tanto de cada desarrollo en la educación y cuando la Facultad de Agricultura ofreció un examen de ingreso, 700 mil se presentaron,  y milagrosamente estuve entre los 128 afortunados seleccionados.
 
La pasé muy mal durante los dos primeros años, pero me recuperé en el tercero cuando nosotros y el cuarto año fuimos transferidos temporalmente a la Facultad de Ingeniería de la Cujae. Tanto nosotros como una gran matrícula en la carrera de ingeniería crearon una interrupción masiva del aula, también indisciplina y una gran crisis de pasillo, y la directora de la facultad, Silvia Sánchez, me pidió organizar todo aquello. Después de configurar un complejo sistema rotativo que enojó a la mayoría, pero que resolvió el problema, me gané la gratitud y el respeto de Silvia.

Alberto N. Jones en 1959

Fidel instruyó a nuestra directora de que capacitara a 12  estudiantes de cuarto año en la lengua alemana para viajar  y recibir un entrenamiento especial  urgente en la República Democrática Alemana (Alemania Oriental) sobre enfermedades exóticas.
 
A pesar de que estaba en tercer año de la carrera y no tenía conocimiento de la lengua alemana, se me pidió que reemplazara una vacante de último momento. Durante nuestros 19 meses de estancia en Alemania recibimos clases de idioma y entrenamiento básico en Epizootiología en enfermedades catastróficas de los animales, conocimiento que aplicé cinco años más tarde durante el primer brote de peste porcina africana en Cuba, en 1971.
 
Tuve varias oportunidades para corroborar la memoria fotográfica de Fidel Castro. Por  lo años 1967- 1968  él visitaba la Universidad con frecuencia por la noche, en esos encuentros discutía con los estudiantes asuntos internacionales de los que no podía hablar durante sus reuniones con las masas. En una ocasión le planteé una pregunta a la que él respondió, ¿cómo sabes eso? Cuando respondí él dijo, ¿eres uno de los que fueron a Alemania?
 
Ese era el período en el que Fidel estaba obsesionado con el desarrollo de la agricultura y la industria ganadera. Invitó a Cuba a los investigadores más destacados en esos campos en todo el mundo. Cuando el Dr. Bona Dona visitó Cuba, quedó impresionado con la profunda comprensión de Fidel sobre el tema y el sistema nacional de inseminación artificial de primera clase que creó.
 
Poco después invitó a la Isla al Dr. Andrea Voisin, quien se maravilló por  el conocimiento y el compromiso de Fidel, cuando vio su proyecto de “Pastoreo intensivo en el trópico”, en Cuba.
 
En la despedida del Dr. Voisin, Fidel lo elogió  con un elocuente discurso en el que recordó sus enormes contribuciones a la humanidad y cómo su trabajo producía más salud que los profesionales de la Salud. Su corazón no pudo resistir tantos elogios y sufrió un ataque cardiaco masivo. Su viuda decidió enterrarlo en La Habana, un país al que amó profundamente.
 
Cuando todavía estaba en mi cuarto año, Silvia Sánchez me pidió una vez más que fuera su veterinario en cuatro granjas experimentales que Fidel supervisaba personalmente. Era aterrador y temía coincidir con las frecuentes visitas del líder cubano y sus preguntas. Supe por  los  administradores de esos sitios, que él sabía que yo era el veterinario a cargo.
 
Al graduarme y después de completar mi residencia, me convertí en director y patólogo de la entonces provincia de Oriente, pero eso no me mantuvo fuera del alcance de Fidel.  María Antonia es propietaria de una de las mejores fincas ganaderas de Cuba y mi jefe me pidió supervisar  sus necesidades veterinarias. María Antonia era muy exigente, pero siempre expresaba aprecio y respeto por mi trabajo. Más tarde supe que era amiga y confidente de la infancia de Fidel Castro y que estaba a solo una llamada telefónica de distancia.
 
Con cientos de amenazas sobre la vida de Fidel Castro, cuatro días antes de una de sus visitas a Bayamo, durante una de sus inspecciones a campo traviesa, dos cerdos murieron repentinamente en la granja de la casa donde se suponía él  debía quedarse. Todo el mundo pensó lo peor después de que otro veterinario hiciera un diagnóstico prematuro de un brote de antrax mortal.
 
Investigué a todos los animales, tomé muchas muestras y, basándome en mis estudios, concluí que no era antrax, pero en mi inexperiencia juvenil declaré la instalación segura, en lugar de hacerles cambiar el recorrido. Semanas más tarde recibí su agradecimiento a través de los guardias de esa instalación.
 
Logré muchos éxitos profesionales, respeto, envidia y me vi obligado a enfrentar una creciente corrupción dentro de la medicina veterinaria, que me ganó más enemigos de los que podía manejar.
 
Fui puesto en una lista negra y en seguida acusado de horrendos crímenes contra la nación, por lo que el fiscal pidió una condena  de 30 años de prisión; fui declarado culpable en un tribunal de canguro y enviado a prisión por  ocho años y liberado cuatro y medio después.
 
Uno de mis acusadores es hoy un distinguido orador / colaborador de la Brigada 2506 en Miami, invasores de la bahía de Cochinos en 1961.
 
Después de mi liberación, busqué justicia en el más alto nivel de todas las instituciones legales y políticas existentes en el país, pero fue en vano. Emigré a los Estados Unidos en 1980 y no pude visitar la Isla sino hasta 12 años después.
 
Sorprendentemente, en 1994, fui invitado a una gran reunión de solidaridad en el Centro de Convenciones de La Habana durante el momento más álgido del  llamado Período Especial. Antes de cerrar ese evento que duró dos días, todos los participantes fuimos invitados a una recepción esa noche en el Palacio de la Revolución.
 
La bienvenida comenzó a las ocho de la noche y nos paramos en una sola línea para acceder al saludo. Un oficial de la seguridad personal dijo a todo el mundo que Fidel estaba esperando en un gran salón y que cuando lo conociéramos, debíamos identificarnos y que por lo general él  daba un abrazo a las mujeres y a los hombres un apretón de manos.
 
Cuando llegó  mi turno y me acerqué a Fidel, estaba flanqueado por los entonces ministro de Relaciones Exteriores Roberto Robaina y Sergio Corrieri, presidente del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos.
 
Él extendió su mano y me dio un cálido apretón. Cuando le dije mi nombre mientras sacudía la mano, Jones, Jones, como si estuviera tratando de recordar algo, entonces Sergio Corrieri le dijo, él es el doctor Jones, de Bayamo.
 
Me miró a los ojos, consternado, y me preguntó: “¿Cómo pudo suceder eso?”. Sin pensar, respondí que lo único que importaba ahora era salvar la Revolución.
 
Me apretó la mano con tanta fuerza que mi anillo de bodas provocó dolor a los dedos  adyacentes, borrando para siempre las traicioneras y falsas acusaciones que empañaron mi imagen y me llevó a la cárcel en Bayamo en el año 1974.