Rahm Emanuel
¡Qué apellido tan extraño! Parece español, fácil de pronunciar y no lo es. Nunca en mi vida conocí o leí el nombre de alumno o compatriota entre decenas de miles, que llevara ese nombre.
¿De dónde proviene?, pensé. A mi mente acudía una y otra vez el del más brillante pensador alemán, Inmanuel Kant que junto con Aristóteles y Platón constituían el trío de filósofos que más han influido en el pensamiento humano. No estaba sin duda muy lejos, según supe después, de la filosofía del hombre más cercano al actual presidente de Estados Unidos Barack Obama.
Otra posibilidad reciente me llevaba a reflexionar sobre el extraño apelativo, el libro de Germán Sánchez, el Embajador cubano en la Venezuela bolivariana: “La transparencia de Enmanuel”, esta vez sin la I con que se inicia el nombre del filósofo alemán.
Enmanuel es el nombre del niño engendrado y nacido en la tupida selva guerrillera donde cayó prisionera el 23 de febrero de 2002 su dignísima madre Clara Rojas González, candidata a la vicepresidencia de Colombia, junto a Ingrid Betancourt que aspiraba a la presidencia de ese hermano país en las elecciones que tendrían lugar ese mismo año.
Yo había leído con mucho interés el citado libro de Germán Sánchez, nuestro Embajador en la República Bolivariana de Venezuela, que tuvo el privilegio de participar el año 2008 en la liberación de Clara Rojas y Consuelo González, ex diputada de la Asamblea Nacional, por las F.A.R.C., ejército revolucionario de Colombia, que las hizo prisioneras.
Clara había quedado en manos de la guerrilla por solidaridad con Ingrid y la acompañó en su duro cautiverio durante seis años.
El libro de Germán lleva el título de “La transparencia de Enmanuel”, casi exactamente el nombre del filósofo alemán. No me extrañó; pensando que la madre era abogada brillante y muy culta, tal vez por ello había puesto ese nombre al niño. Simplemente me llevó a recordar mis años de prisión con aislamiento a que me condujo el intento casi exitoso de tomar la segunda fortaleza militar de Cuba, el 26 de julio de 1953 y ocupar miles de armas con un grupo escogido de 120 combatientes dispuestos a luchar contra la tiranía de Batista impuesta por Estados Unidos a Cuba.
No era desde luego el único objetivo ni la única idea inspiradora, pero lo cierto es que al triunfo de la revolución en nuestra patria el Primero de Enero de 1959 recordaba todavía algunos aforismos del filósofo alemán:
“El sabio puede cambiar de opinión. El necio nunca.”
“No trates a los demás como un medio para alcanzar tus objetivos.”
“Tan solo por la educación puede el hombre llegar a ser hombre.”
Esta gran idea fue uno de los principios proclamados desde los primeros días del triunfo revolucionario, el Primero de Enero de 1959. Obama y su asesor no habían nacido ni habían sido siquiera concebidos. Rahm Emanuel nació en Chicago el 29 de noviembre de 1959, hijo de inmigrante de origen ruso. La madre era una defensora de los derechos civiles, se llama Martha Smulevitz, enviada tres veces a prisión por sus actividades.
Rahm Emanuel se alistó el año 1991 en el Ejército israelí como voluntario civil, durante la primera Guerra del Golfo desatada por Bush padre, con empleo de proyectiles que contenían uranio los cuales fueron causa de enfermedades graves en los propios soldados norteamericanos que participaron en la ofensiva contra la Guardia Republicana iraquí en retirada y en incalculable número de civiles.
Desde aquella guerra los pueblos del Oriente Próximo y Medio consumen cifras fabulosas de armamentos que el complejo militar industrial de Estados Unidos lanza al mercado.
Si los racistas de extrema derecha lograran satisfacer su sed de superioridad étnica y asesinaran a Obama como hicieron con Martin Luther King, gran líder de los derechos humanos, aunque teóricamente posible no parece probable en la actualidad, dada la protección que acompaña al Presidente después de su elección, cada minuto del día y de la noche.
Obama, Emanuel y todos los brillantes políticos y economistas que han reunido, no bastarían para resolver los problemas crecientes de la sociedad capitalista norteamericana.
Aunque Kant, Platón y Aristóteles resucitaran a la vez unidos al fallecido y brillante economista John Kenneth Galbraight, no serían capaces tampoco de resolver las contradicciones antagónicas, cada vez más frecuentes y profundas del sistema. Habrían sido felices en los tiempos de Abraham Lincoln, tan admirado, con razón, por el nuevo Presidente, una época que ha quedado muy atrás.
Todos los demás pueblos tendrán que pagar el colosal despilfarro y garantizar, primero que nada en el planeta, cada vez más contaminado, los puestos de trabajo norteamericanos y las ganancias de las grandes transnacionales de ese país.
Fidel Castro Ruz
Febrero 8 de 2009
5 y 16 p.m.