Fidel nei Giochi di Tokio-2020
Escuchaba a los deportistas tras cada triunfo, o después de su presentación en los aún recientes Juegos Olímpicos de Tokio, hablar de su pueblo. Tronó el ¡Patria o Muerte, Venceremos! de Julio César La Cruz en el ring de boxeo, su «Te amo, Cuba»; a Mijaín López con su «Me debo a mi bandera»; a Luis Orta decirle al Primer Secretario del Partido y Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel: «Lo que se hace con el corazón siempre sale bien, son las enseñanzas de nuestro Comandante en Jefe, de Raúl y de usted».
Ludia Montero quería darle más a su Cuba querida que el sexto lugar en el levantamiento de pesas, pues no se conformaba con que ese puesto fuera lo mejor de una mujer cubana en ese deporte bajo los cinco aros. Los canoístas dorados Fernando Dayán Jorge y Serguey Torres dijeron que «En cada paletada iba la fuerza de nuestra gente y en el pensamiento la alegría desde el Cabo de San Antonio hasta la Punta de Maisí». Idalys Ortiz expresó que las dificultades fueron muchas, pero mayor era el compromiso. A Juan Miguel Echevarría no le hicieron falta palabras, sus lágrimas y su disposición a saltar, cuando lo sabía imposible, lo decían todo.
Entonces pensaba, qué les hubiera dicho Fidel. Él, que estuvo en Tokio en cada uno de esos triunfos, en las batallas contra la pandemia, frente al recrudecimiento del bloqueo y en la defensa de la obra que creó, ante los trasnochados que intentan, de manera ruin, aprovecharse de la situación actual del país para borrar de un plumazo de sus jefes imperiales una gesta por excelencia humana. Les hablaría con el mismo corazón que ellos pusieron en la pista, en el colchón de lucha o en el cuadrilátero del pugilismo.
Como al decir del restaurador de los Juegos Olímpicos, Pierre de Coubertin, «sin la historia nada es comparable ni explicable», las palabras de Fidel, al recibir a la delegación de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1966, ante otra jugarreta fallida del imperio por el valor de los deportistas, trazan un puente con Tokio-2020: «Posiblemente a ninguna delegación nuestra Patria tenga que agradecerle tanto como a esta, por la batalla que libró, por los triunfos que obtuvo en los momentos más difíciles, por la dignidad que ostentó en cada momento».
No conocen a los hombres y mujeres de esta tierra quienes dicen que se politiza el deporte. La cultura de este pequeño y heroico país, que hospeda al arte, al conocimiento, a la hidalguía, a los sentimientos de soberanía e independencia, al respeto por el ser humano y por la humanidad, cobija también al deporte, y como todas ellas, tienen una expresión de Patria.
Fidel respondió ese «lanzamiento» con un jonrón: «El deporte no es en nuestra Patria un instrumento de la política, pero el deporte sí es en nuestra Patria una consecuencia de la Revolución». Tanto es así que el gran estadista, el visionario político, el jefe militar, le dijo, el 22 de octubre de 1973, a un grupo de atletas, algo que hoy quizá le repetiría a los hacedores de la gloria en Tokio: «Si yo naciera en esta época, ¿saben lo que me gustaría ser? Deportista».