Yo siempre estaré junto al pueblo
El pueblo de Cuba ha dado uno de los ejemplos más extraordinarios de la historia de América, desde que, desarmado, sin instrucción militar, sin un solo fusil, sorprendido una madrugada infausta en que le lanzaron los tanques a la calle, le arrebataron sus derechos, le pisotearon su Constitución, humillaron su dignidad.
Ese pueblo sin armas, sin tanques, sin cañones, sin aviones, solo con el coraje, con la dignidad y con el valor, arrebató a la tiranía, le arrancó de las manos las armas homicidas y hoy es un pueblo libre. No puedo estar más orgulloso de él, de un extremo al otro de la Isla.
No intentaré explicar cómo era la vida en la provincia de Pinar del Río, en Occidente, antes del triunfo revolucionario. En él, el pago forzado de renta hasta más del 30 % del valor de los productos de los campesinos, latifundios, precarismo, desempleo, explotación despiadada del pueblo, analfabetismo, elevada mortalidad infantil, ausencia casi total de atención médica y educacional, falta de agua y de servicios públicos elementales. Hasta el Primero de Enero de 1959, era conocida como la Cenicienta de Cuba.
El panorama hoy en esta provincia es muy diferente. Por sus bellezas naturales, Pinar del Río es un lugar privilegiado desde el punto de vista turístico, fundamentalmente por sus montañas y su extremo más occidental. Tiene dos reservas mundiales de la biosfera, que son la península de Guanahacabibes y la Sierra del Rosario y la zona de Viñales está declarada Patrimonio Natural de la Humanidad.
En Pinar del Río, junto al proceso inversionista, importantes programas en educación, salud, cultura, deporte y otras esferas de la sociedad se han ido desarrollando como parte de la batalla de ideas que libra victorioso nuestro pueblo.
Muy cerca de Pinar del Río, Artemisa es el territorio que más combatientes aportó al Moncada y al supremo sacrificio de la vida: los primeros mártires de la Revolución Cubana, los fundadores del Movimiento 26 de Julio.
Occidente: su aporte a la gran obra de la Revolución
La Habana es muy bonita, próspera y fastuosa, sobre todo. Es la capital, el centro principal de la economía del país. Su población ahora masivamente y con increíble entusiasmo se incorpora al trabajo.
De su pueblo se conformaron los batallones de los trabajadores y de los estudiantes movilizados en cada circunstancia difícil en número de decenas de miles luchando contra bandidos en el Escambray, o marchando hacia el encuentro de los mercenarios que invadieron este país en Girón, o en cada uno de los instantes difíciles, como la Crisis de Octubre y en otras ocasiones.
De esta ciudad, recordamos también las decenas de miles de obreros cortando durante meses enteros en las apartadas y despobladas regiones de la provincia de Camagüey, y recordamos a ese sector combativo, evidentemente mayoritario, revolucionario, del pueblo de La Habana.
Mientras, Matanzas es un pueblo lleno hoy de fe en sí mismo, un pueblo que ha decidido romper con la podredumbre, con el vicio, con la corrupción y con todas las inmoralidades que han retrasado su progreso; un pueblo que sabe lo que quiere y sabe cómo lo quiere, un pueblo que está seguro de sí mismo, que tiene confianza en los hombres que hoy lo dirigen.
Sabe muy bien que esta vez no lo engañarán ni lo traicionarán, como sabemos nosotros que mientras podamos contar con el pueblo, y contaremos con el pueblo mientras seamos leales al pueblo, no habrá obstáculo por delante que no seamos capaces de vencer.
Muchas zonas (de lo que es hoy Mayabeque) constituían las más incomunicadas de la provincia, debido a la carencia casi total de caminos o carreteras.
El incremento de la producción agrícola lleva implícito el desarrollo integral de una región, y esto es imposible de lograr sin construir las vías de comunicaciones fundamentales.
Ahora viene después la urbanización de esta región –porque todo esto forma un plan de lo que tendremos que ir haciendo progresivamente, en la medida en que lo permitan los recursos del país–, que nosotros calificamos de la urbanización del campo.
El desarrollo de esta región es resultado de la exploración sistemática de las provincias, de la Isla, para ver cuáles son las zonas más atrasadas y más necesitadas del país.
Esa situación se repetía también en la Isla de la Juventud. Afortunadamente su realidad hoy dista mucho de aquellos tiempos. Hoy puede decirse que estamos avanzando con una increíble dinámica. Y, sobre todo, vamos en ritmo, ritmo y velocidad ascendentes: vamos acelerando cada vez más la marcha. Hay ya muchos más compañeros capaces, muchos más compañeros responsables, serios en el trabajo. La calidad del trabajo, así como la magnitud, se elevan incesantemente.
Esta Isla de la Juventud es una prueba de la Revolución. En esta parte de nuestra patria hay una gran obra que hacer y una magnífica oportunidad y posibilidad de realizarla; una obra en lo geográfico revolucionaria, en lo técnico revolucionaria y en lo social revolucionaria. Una zona prácticamente virgen, en grado alto subhabitada, donde se presenta un campo de acción magnífico para nuestros jóvenes.
Propongámonos aquí no solamente revolucionar la naturaleza, sino revolucionar también las mentes, la sociedad. Entendemos que será un trabajo fundamentalmente de nuestra juventud. Y por eso nuestra juventud, más que una isla suya, tiene delante la posibilidad de hacer suya esta isla.
Si nuestros jóvenes están en esa actitud, podemos provisionalmente llamarla «Isla de la Juventud»; pero con un gran contenido ideológico, técnico, social, y en prueba de la confianza que realmente tenemos de que nuestros jóvenes serán acreedores al derecho –ya no provisional sino definitivo– de llamar a esta región de nuestro país Isla de la Juventud.
El Centro del país y su larga tradición patriótica
Me gustaría decir muchas cosas hoy a los villaclareños; me gustaría hablar y decir todas aquellas cosas que Santa Clara se merece, que el pueblo de Santa Clara se merece; me gustaría hablar de la historia de la provincia, del patriotismo de esta provincia, porque fue la provincia de Las Villas, conjuntamente con la de Oriente, las que dieron las batallas principales por el triunfo de la Revolución. Y fue también la provincia de Las Villas la que, conjuntamente con Camagüey y Oriente, libraron las principales batallas de la guerra de independencia. El patriotismo de Villa Clara viene de atrás, que por algo se llama a esta provincia, «las inquietas villas».
Cienfuegos también tiene una larga tradición patriótica, expresada desde los tiempos de la lucha por la independencia. También tuvo una activa participación en nuestra más reciente lucha revolucionaria por la definitiva liberación nacional.
Cuando nosotros nos encontrábamos luchando duramente en la Sierra Maestra, en el mes de septiembre de 1957 la guarnición de la Marina de Cienfuegos, unida al pueblo, se levantó en armas contra la tiranía para apoyar nuestra lucha revolucionaria. Y escenificaron y escribieron una página de excepcional heroísmo: combatieron contra fuerzas numéricamente superiores durante todo un día, le ocasionaron incontables bajas al ejército de Batista, y a la vez pagaron con un alto precio de sangre su gesto heroico. Cienfuegos es una ciudad entusiasta y trabajadora, y una de las regiones del país llamada a adquirir un mayor desarrollo industrial.
No se trata de que la Revolución tenga privilegios con Cienfuegos; fue más bien la naturaleza la que tuvo privilegios con Cienfuegos, dotándola, en primer lugar, de una de las mejores bahías del país, magníficas áreas agrícolas cañeras, y otros recursos naturales. Y en especial, la historia tuvo gestos y favoritismos hacia Cienfuegos, al permitir el desarrollo de un magnífico pueblo en esta región.
No podría dejar de mencionarse a Sancti Spíritus. Si las ciudades valen por lo que valen sus hijos, si las ciudades valen por lo que se han sacrificado en bien de la patria, si las ciudades valen por el espíritu y la moral de sus habitantes, por el fervor de sus hijos, por la fe y el entusiasmo con que defienden una idea, Sancti Spíritus no podía ser una ciudad más. Y si las ciudades se admiran y los pueblos se quieren por lo que han tenido de fe en las horas difíciles, es lógico que hacia esta ciudad, como hacia otras, especialmente en nuestra patria, sintamos nosotros especial cariño.
Pasado y presente
Si recordáramos qué era Las Tunas antes del triunfo revolucionario, podríamos decir que todavía no era una ciudad; más bien era un pueblito, una aldea por donde pasaba una carretera.
Con los años hemos visto cómo se ha ido transformando, con las viviendas e instalaciones sociales. Desde aquí mismo estamos viendo una serie de obras: el politécnico, la escuela formadora de maestros que lleva años funcionando, que ha ocupado lugares destacados en la nación como buena escuela, y todas estas obras, las edificaciones, las fábricas, los caminos. Se va transformando la provincia de una de las más atrasadas del país realmente y de las más pobres; esa era la realidad de Las Tunas.
No obstante, tiene una gloriosa historia, una extraordinaria participación en nuestras luchas por la independencia, y en nuestras luchas revolucionarias. Desde 1868, a lo largo de aquella guerra y de las guerras de independencia, y en nuestras luchas revolucionarias, Las Tunas tuvo un lugar destacado.
¿Pero qué tenía Las Tunas? ¿Qué había hecho la nación por Las Tunas? Prácticamente nada, y solo con la Revolución comenzó el desarrollo que en los últimos años ha ido alcanzando un ritmo acelerado. Sabemos, estamos conscientes de todo lo que nos falta, es mucho.
Sin embargo, si hablamos de los mártires de la Revolución, si hablamos de los que derramaron su sangre un día como hoy, como símbolo de las demás fechas, como símbolo de los que cayeron después en la lucha clandestina, como símbolo de los que cayeron cuando el desembarco del Granma o en las montañas de Oriente o en el Escambray o luchando frente a los saboteadores y contrarrevolucionarios en cualquier frente o cumpliendo misiones internacionalistas, no podría dejar de mencionarse a Ciego de Ávila.
Esta provincia es hoy una de las más productivas del país. Su pueblo de hoy, haría sentirse felices a aquellos hombres que dieron su vida por la Patria.
Oriente, cuna de héroes
No es posible olvidar que por aquí por Granma, en La Demajagua, comenzó nuestra primera guerra por la independencia en 1868.
No es posible olvidar que aquí se produjo en primer lugar la liberación de los esclavos, gesto revolucionario de aquel gran patriota que fue Carlos Manuel de Céspedes, que había tenido oportunidad de estudiar y por ello podía concebir y dirigir una revolución. Su conciencia lo llevó desde el primer instante a ese acto de elemental justicia. Marchó hacia Bayamo, tomaron la ciudad, y en Bayamo se escribieron páginas gloriosas, de las más gloriosas de la historia de nuestra patria.
Allí se entonó ese himno que tanto nos enorgullece y nos emociona al escucharlo. Allí Máximo Gómez llevó a cabo la primera carga al machete contra las fuerzas coloniales que, procedentes de Santiago de Cuba, salían de Baire en dirección a Bayamo.
Allí descubrieron los cubanos su arma número uno, el machete, aquel machete con que trabajaban en los campos, y después la caballería; machete y caballo fueron sus armas fundamentales, con las que comenzaron a escribir la historia gloriosa de nuestra patria (Aplausos). Allí entregó su sangre, en Dos Ríos, José Martí, Apóstol de la independencia, genio de las ideas y de las ideas más nobles que puedan concebirse, Héroe Nacional de nuestra patria, cuyas ideas inspiraron a la Generación del Centenario, y hoy inspiran e inspirarán cada vez más a todo nuestro pueblo.
Observen cuánta historia está unida a este lugar, a esas montañas, ¡cuánta historia!, más que por el mérito de nuestros combatientes rebeldes, por los méritos del pueblo.
En aquella guerra la hermana provincia santiaguera se convirtió en baluarte de la lucha por la independencia, como lo fue también después Guantánamo, cuando las fuerzas de Máximo Gómez con Maceo a la vanguardia liberaron aquella región, donde sí había muchos esclavos en las plantaciones de café, reminiscencia del arribo de numerosos colonos franceses emigrantes de Haití, donde se habían sublevado los esclavos, acabaron con la esclavitud y derrotaron, incluso, a uno de los mejores generales de aquella época y de muchas épocas, Napoleón Bonaparte.
Toda Cuba siente también mucho orgullo de Holguín. A su pueblo, se le podría hablar mucho de lo que hicieron a lo largo de la historia, como un honor y una gloria para esta provincia.
La que fuera región holguinera se destacó mucho en todas las luchas de nuestra historia, y cuanta causa progresista hubo, encontró el apoyo de los holguineros, aun antes de las guerras de independencia.
Fue notable el papel desempeñado por la población holguinera junto a los bayameses, santiagueros y a las demás provincias orientales en las luchas revolucionarias; entre los primeros en levantarse el 10 de Octubre, entre los primeros en luchar, combatir, atacar, con cuanta frecuencia fuera posible, a las tropas enemigas.
Guantánamo y Camagüey, dos pueblos de lucha
Antes del Triunfo, Guantánamo tenía miles de hombres sin empleo o ganando salarios de hambre, campesinos sin trabajo, sin tierra. En cualquier sitio se podía encontrar a un pueblo acostumbrado por los políticos a estar pidiendo casi de caridad y casi de limosna que le resuelvan los problemas.
A lo largo de esos años de aquella república mediatizada, los guantanameros lucharon, y los campesinos de Guantánamo lucharon; se hizo famoso el Realengo 18. Realengo era algo que se originaba de la forma en que los españoles repartieron el territorio: hacían unos círculos de no sé cuántos metros o kilómetros, y las partes que quedaban entre los círculos se llamaron realengos.
Esas áreas se dice que no tenían propietario hasta que aparecían los aspirantes, y los campesinos del Realengo 18 escribieron páginas gloriosas de resistencia contra la opresión y contra los latifundistas y geófagos, que inspiraron las hermosas páginas escritas por Pablo de la Torriente Brau, sobre el Realengo 18, como escribió brillantemente sobre la prisión que conoció allá en la que es hoy Isla de la Juventud; y, por cierto, que aprendí bastante de esos escritos de Pablo de la Torriente, porque recuerdo que cuando él describía este territorio, decía que era un terreno tan apto para la lucha que un hombre con un fusil era capaz de detener un ejército. ¡Cuánto me ayudó después, cuando se nos presentó la tarea de cómo resistir, luchar y derrotar a un ejército, aquella frase de Pablo de la Torriente Brau, de que en esas montañas un hombre con un fusil podía detener un ejército! Y fueron proféticas sus palabras.
En Camagüey se experimenta esa sensación de lo que es un pueblo leal, de lo que es un pueblo revolucionario. Esta es la ciudad militar que convertimos en una escuela donde asisten cientos de niños, porque nuestros cuarteles están en el pueblo y nuestra Revolución la defiende el pueblo.
Cada uno de estos logros me recuerdan los días gloriosos de las batallas libradas tanto dentro como fuera de la patria: antaño por nuestros heroicos mambises; ayer en la lucha contra la tiranía batistiana; hoy contra los cobardes zarpazos del imperio impotente contra Cuba, en un mundo donde los pueblos se niegan a seguir siendo esclavos del coloniaje, el dominio y el saqueo imperiales.
Tengo fe en el pueblo cubano, sé que la Revolución seguirá adelante, sé que la soberanía del país será respetada y sé que Cuba llegará a ser uno de los pueblos más prósperos, más justos y más felices del mundo. Soy un hombre de fe. Hemos triunfado porque creímos en el pueblo.
Fuentes:
Discursos en ocasión del aniversario 47 de su entrada en Pinar del Río, en el acto por la culminación del montaje de los grupos electrógenos en esa provincia, el 17 de enero del 2006; en la Tribuna Abierta de la Revolución, efectuada en Buey Arriba, provincia Granma, el 30 de marzo del 2002; en el acto conmemorativo del XI aniversario de la acción del 13 de marzo de 1957, efectuado en la escalinata de la Universidad de La Habana, el 13 de marzo de 1968; en el acto de inauguración de la presa Vietnam heroico, en Isla de Pinos, el 12 de agosto de 1967.
Discursos en el acto por el cumplimiento del plan de azúcar del central Fernando de Dios, provincia de Holguín, el 28 de mayo de 1996; en la inauguración del complejo de la salud Ernesto Che Guevara, en la provincia de Las Tunas, el 14 de junio de 1980; en la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas, el 15 de marzo de 1959; en el acto conmemorativo del XXVII aniversario del asalto al Cuartel Moncada, efectuado en Ciego de Ávila, el 26 de julio de 1980.
Discursos en la inauguración de un seminternado de primaria y un policlínico, en El Cangre, a la vez que el policlínico de Valle del Perú, en Güines, el 5 de enero de 1969; en Guantánamo, el 3 de febrero de 1959; en el Parque Céspedes de Santiago de Cuba, el 1ro. de enero de 1959.