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Patria o Muerte, una consigna eterna

El 5 de marzo de hace 62 años, Fidel pronunció la inmortal frase que marcó el destino de su pueblo: ¡Patria o muerte! Fuente: Archivo de la Casa Editorial Verde Olivo
El 5 de marzo de hace 62 años, Fidel pronunció la inmortal frase que marcó el destino de su pueblo: ¡Patria o muerte! Fuente: Archivo de la Casa Editorial Verde Olivo

Data: 

04/03/2022

Fonte: 

Revista Verde Olivo

Autore: 

El sábado 5 de marzo de 1960, cuando cientos de cubanos lloraban la perdida de algún ser querido a causa de la explosión del vapor La Coubre y acompañaban sus honras fúnebres, el entonces Primer Ministro, Fidel Castro Ruz, pronunció las palabras de despedida del duelo a estas víctimas del terrorismo del gobierno de Estados Unidos y pronunció por primera vez la consigna ¡Patria o Muerte!
 
Una tribuna improvisada en la intersección de las avenidas 23 y 12, en el Vedado habanero, fue el lugar desde el cual se pronunció la frase que a partir de ese instante identificó a los revolucionarios.
 
Antecedente

 
El día anterior, mientras amanecía, atracaba en el puerto de La Habana, el esperado buque francés La Coubre, proveniente de Amberes, Bélgica, cargado con unas 31 toneladas de granadas y otras 44 de municiones para el Fusil Automático Liviano, armamento necesario para la defensa de la Revolución ante el aumento de agresiones enemigas internas y externas.
 
A su llegada, estibadores y el resto del personal encargado de desmontar y cuidar la carga, estaban preparados para iniciar cada tarea y así lo hicieron, demostrando la experiencia adquirida en ocasiones anteriores, cuando habían trabajado con este tipo de material explosivo.
 
Mas ese no fue un viernes normal en la capital, pues una explosión alrededor de las tres de la tarde estremeció la urbe, y “(…) cualquiera que fuese el sitio donde había ocurrido, tenía que haber producido consecuencias desastrosas, y muchas víctimas tendría que haber ocasionado”, refirió Fidel el 5 de marzo de 1960.
 
Muertos, heridos y un barco quebrado, fue el panorama encontrado por los soldados, rebeldes, miembros de la Policía Nacional Revolucionaria, bomberos, obreros portuarios y el pueblo en general que acudieron a ayudar, sin imaginar que una segunda detonación ocurriría.
 
Según la prensa de la época, pocos de los que acudieron a socorrer a los primeros heridos sobrevivieron y como resultado de los estallidos perdieron la vida 101 personas, entre ellas, seis marinos franceses y ocho obreros portuarios españoles; además, 400 personas resultaron lesionadas o incapacitadas de por vida. Los daños materiales se contabilizaron en más de diecisiete millones de dólares.
 
Arriesgando sus vidas, llegaron rápidamente al sitio del siniestro, el Comandante en Jefe Fidel Castro y el Presidente Osvaldo Dorticós Torrado, los comandantes Raúl Castro, Ernesto Guevara y Juan Almeida, entre otros altos dirigentes, quienes ayudaron a rescatar a los sobrevivientes del desastre, algunos de los cuales habían sido lanzados unos cien metros, debido a la onda expansiva de las detonaciones.
 
El suceso explosivo inusitado atrajo diversas conjeturas y suspicacias debido a la compleja coyuntura política en medio de sabotajes, ataques y medidas de todo tipo; lo cual evidenciaba que no estaban en presencia de un accidente.
 
Reacciones ajustadas
 
Desde el Palacio de la Central de Trabajadores de Cuba hasta la necrópolis habanera, toda Cuba rindió honores a los féretros cubiertos con banderas de la estrella solitaria, que contenían los restos mortales de las víctimas de la explosión.
 
A escasos metros del portón del cementerio, la cama de una rastra aparcada en la esquina de 23 y 12, constituyó una tribuna improvisada desde donde Fidel, en medio de un extraordinario silencio, articuló las palabras de despedida del duelo.
 
Allí evocó los detalles de los hechos ocurridos hacía unas horas, argumentó la imposibilidad de un accidente y la validación de tratarse de una explosión terrorista. Así lo explicó a los asistentes:
 
“Como no bastaban apreciaciones teóricas, dispusimos que se hicieran las pruebas pertinentes: y en la mañana de hoy dimos órdenes a oficiales del ejército de que tomasen dos cajas de granadas de los dos tipos diversos, las montaran en un avión y las lanzaran desde 400 y 600 pies, respectivamente. Y aquí están las granadas, lanzadas a 400 y 600 pies desde un avión, [...] y se destruyeron las cajas de madera sin que una sola de las 50 granadas que llevan dentro estallara”.
 
Poco a poco, los argumentos pormenorizados y fidedignos que exponía el abogado, comenzaron a hacerse irrebatibles, así como sus deducciones: “Esa es la conclusión a que hemos llegado, y que no parte del capricho ni del apasionamiento; parte del análisis, parte de las evidencias, parte de las pruebas, parte de las investigaciones que hemos hecho, e incluso de los experimentos que hemos hecho para sacar primero la conclusión de que era un sabotaje y no un accidente”.
 
Quedaba certificado que las medidas de seguridad para el manejo de cargas peligrosas en el puerto, habían sido eficaces, por lo que la inserción de los artefactos saboteadores, debió ser en el puerto de embarque.  
 
Entonces, Fidel usó sus evidencias para culpar abiertamente a quienes apoyaban los actos desestabilizadores contra la Isla, principales interesados en evitar que Cuba adquiriese armas para su defensa.
 
Rememoró el Comandante anécdotas que demuestran la voluntad de lucha del pueblo cubano, capaz de enfrentar enemigos superiores, dispuesto a resistir hasta la muerte, y puntualizó refiriéndose al momento complejo que se vivía:
 
“Es decir que funcionarios del Gobierno norteamericano habían hecho reiterados esfuerzos por evitar que nuestro país adquiriera esas armas, y los funcionarios del Gobierno norteamericano no pueden negar esta realidad [...] ¿Por qué ese interés en que no adquiramos medios para defendernos? ¿es que acaso pretenden intervenir en nuestro suelo? [...] Sabremos resistir cualquier agresión, sabremos vencer cualquier agresión, y nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria: la de la libertad o la muerte. Solo que ahora libertad quiere decir algo más todavía: libertad quiere decir Patria.  Y la disyuntiva nuestra sería ¡Patria o Muerte! [...]”.
 
Tres meses más tarde, durante la clausura del Primer Congreso Revolucionario de la Federación Nacional de Trabajadores de Barberías y Peluquerías, se completó la consigna cuando el Comandante en Jefe expresó: “¡Esta trinchera se mantendrá firme e invencible! Porque los que estamos en ella, los que tenemos el privilegio de estar en esa trinchera, no la perderemos; los que tenemos el privilegio de jugar este rol que Cuba está jugando en la historia de este continente sabremos estar a la altura de las circunstancias, con la seguridad de que venceremos, vencerá nuestro pueblo”.
 
Casi sin respirar añadió: “¡Cueste lo que cueste, vencerá nuestro pueblo! Porque sus hijos están decididos a defenderlo, porque sus hijos tienen el valor, el patriotismo y la unión que en una hora como esta se necesita, porque sus hijos han dicho: ¡Patria o Muerte! Y han dicho ¡Patria o Muerte!, porque esa es la consigna de cada cubano. Para cada uno de nosotros, individualmente, la consigna es: ¡Patria o Muerte!, pero para el pueblo, que a la larga saldrá victorioso, la consigna es: ¡Venceremos!”.
 
Desde entonces, no hubo discurso del líder histórico que no concluyera con dicha consigna, asumida por los cubanos como grito de combate y convicción de defender nuestro proceso revolucionario.

Multitudinaria fue la marcha del pueblo que acompañó hasta la
necrópolis habanera, los féretros de las víctimas de la explosión.
Fuente: Archivo de la Casa Editorial Verde Olivo

 

Multitudinaria fue la marcha del pueblo que acompañó hasta la
necrópolis habanera, los féretros de las víctimas de la explosión.
Fuente: Archivo de la Casa Editorial Verde Olivo
Multitudinaria fue la marcha del pueblo que acompañó hasta
la necrópolis habanera, los féretros de las víctimas de la explosión.
Fuente: Archivo de la Casa Editorial Verde Olivo