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El milagro sólo lo podía hacer Fidel

Data: 

02/08/1998

Fonte: 

Juventud Rebelde

Autore: 

Este sábado, como siempre, el amanecer de Barbados se abrió a las 5.30 de la mañana. Ya a esa hora medio país estaba en las calles, subía por las cuatro avenidas que confluyen en una empinada colina coronada por la estatua de Bussa, el esclavo que en 1836 lidereó una sublevación contra el sistema colonial de plantaciones.

Un rato después, a las seis, en una mañana que ya lucía un sol radiante, Fidel y el primer ministro Owen Artur avanzaban por Two Mile Hill, de la parroquia de St Michael, en la primera fila de una alegre y colorida marcha por el Día de la Emancipación, que celebran los pueblos del Caribe cada primero de agosto y que ha festejado Barbados por segundo año consecutivo.  

Con su uniforme de campaña, sorprendentemente ágil y fresco para alguien que ha tenido programas muy intensos en los últimos días, Fidel recorrió los cerca de 900 metros que separan la residencia del Primer Ministro de la Estatua de la Emancipación, encabezando la especial multitud.  

El pueblo de Barbados, que llevaba flores a Bussa y se vistió de rojo, verde y negro, como los colores de su bandera, lo acompañaba cantando una música que debió oírse en las plantaciones de caña hace siglos atrás y que tiene ritmo de contagiosos tambores. Entre los cantos y los bailes, entre aquella festiva concentración en la que se mezclaban sombrillas, graciosos sombreritos y stilts, hombres sobre zancos que hacen maravillas como equilibristas, la delegación cubana no se sentía para nada extranjera.

Otro idioma, pero la misma calidez y la musicalidad que podemos encontrarnos en los carnavales santiagueros. El mismo lenguaje de integración, de cariño y de solidaridad que acompaña al cubano. La misma gente que corea el nombre de nuestro Comandante en Jefe al empezar un acto, o aplaude con entusiasmo cuando una de sus frases le llega al corazón.  

Tal vez la única nota diferente estuvo en un mensaje que se repitió una y otra vez entre la decena de oradores que antecedieron a Fidel, entre ellos el propio Primer Ministro de Barbados. Dijeron lo que por elemental modestia no hubiéramos comentado nosotros. Agradecerle a Cuba, agradecernos, el protagonismo que tuvo la isla grande de las Antillas en el fin del sistema del apartheid en África y en la liberación de Namibia, y la ayuda internacionalista durante varios lustros al pueblo de Angola.  

Tuve la curiosidad de mirar con atención las reacciones de los barbadenses en la sencilla plaza que bordea el monumento de Bussa y que se desbordó para asistir al acto político, en el que, además de Fidel, había otro invitado especial: una representante de la juventud sudafricana.  

La gente estaba muy atenta al nombre de Cuba y fueron pródigas las ovaciones al breve discurso de nuestro Comandante en Jefe, leído para entendernos mejor y para que yo no me extienda demasiado, como comentó antes de empezar su intervención.  

Aunque he vibrado cada vez que en foros internacionales se reconoce la dignidad y la valentía de Cuba, otra cosa es vivir semejante emoción en el lugar de los hechos. Los lectores disculparán el que no me aferre a la fría objetividad periodística para contar lo que pasó y por tanto no siempre encuentre las palabras para describir la reacción de esta multitud de habla inglesa, como por ejemplo en el momento en que se oyó la traducción de Juanita de la hermosa idea con que cerró su discurso nuestro Fidel: Barbados y el Caribe pueden contar con Cuba como cuenta un árbol con la savia que circula por sus venas, y luego los altoparlantes reprodujeron la desgarrada voz de un popular cantante de calipso que entonó Emancipation, la antológica canción de Bob Manley.  

Cuando le pregunté a Margaret Harris, una periodista del Barbados Advocate y la única persona de esta islita ya entrañable que se ha graduado en una universidad cubana, si algo le había llamado la atención, hizo un comentario muy elocuente: es la primera vez en muchos años que representantes de los tres partidos de la pequeña isla caribeña, del gobierno y de la oposición, se reúnen en un mismo foro público. “El milagro sólo lo podía hacer Fidel”, me dijo.