El Instituto Técnico Militar José Martí, antiguo Colegio de Belén donde estudiaron Fidel y Raúl, es hoy un escenario donde jóvenes educandos en compañía de sus maestros nos recuerdan que la Patria tiene un futuro seguro.
 
Es esta una institución en la que hace más de 50 años puede apreciarse a muchos que, de manera usual, visten de color verde, anunciando rebeldía pero también, esperanzas.  
 
Admirada por la inmensidad de la institución, así como por la calidad humana que se respira, no dejé de sorprenderme ante el motivo real de la visita. Un grupo de trabajadores de Radio Rebelde tuvimos la oportunidad de poder percibir el olor de la historia en cada rincón por donde pasó impetuoso nuestro Comandante.
 
Eran las imágenes de Fidel en plena juventud, jugando baloncesto, compartiendo con sus amigos, y desde su cama tal cual donde dormía, se irradia cada detalle en el afán de conservar la historia.
 
Hoy nadie puede dudar que lo que inmortaliza a las personas es su capacidad de saber que la grandeza está cuando solo se piensa en el bien de la humanidad, y sin buscar recompensas, somos capaces de entregarnos, ese es Fidel.
 
 
Resulta impactante conocer cómo desde pequeño, este gran hombre, que también fue adolescente, sabía cuál era su misión en la vida.
 
Con cada persona con las cuales intercambiamos nos mostró un Fidel joven, enfocado, y lleno de firmes convicciones. De quien el padre Amando Llorente desde el año 1945 dejó constancia escrita tras la graduación de Fidel, de lo que visionaba sobre él y realmente, no se equivocó.
 
Fui testigo de la pasión con la que nos contaban varias anécdotas de nuestro líder histórico, una pasión humedecida por algunas lágrimas que se empinan hacia la eternidad.
 
Es entonces cuando me viene a la mente una de las frases del pueblo cubano que por aquellos días de noviembre se escucharon de boca en boca: “Caballero Fidel no era cualquier hombre, Fidel era mucho Fidel”. Hay hombres que nacen grandes y seguirán siéndolo, aun cuando la muerte cree se apoderó de él.