Discorsi

Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la gala de homenaje a los mejores atletas del siglo XX, efectuada en el Coliseo de la Ciudad Deportiva

Data: 

02/03/2001

Queridas y queridos atletas, familiares e invitados:

Hemos vivido todos estos momentos emocionantes de la entrega de un reconocimiento a los 100 mejores atletas de este siglo, o a familiares de aquellos que ya no se encuentran entre nosotros. También hemos vivido, hace unos minutos, la entrega de honores y reconocimientos a tres destacadísimos atletas en la historia de nuestro país.

No estaban programadas unas breves palabras de mi parte esta tarde; sin embargo, me pidieron hacerlo y lo haré con el máximo de brevedad.

Meditaba, mientras se desarrollaba este evento, que estábamos reconociendo a 100 atletas que fueron seleccionados por 300 000 aficionados y expertos que votaron por ellos; no podemos olvidar al resto de la lista de grandes deportistas, donde hay muchos valiosísimos atletas que no se apartarán tampoco de la memoria de nuestro pueblo, tan aficionado al deporte. Pero al decir los 100 atletas más destacados del siglo, entre esos 100 solo 10 se destacaron como atletas antes de la Revolución, y fue grande su mérito en aquellas condiciones cuando prácticamente no había deporte en Cuba; 90 de los 100 fueron, en cambio, atletas que se desarrollaron después del triunfo revolucionario.

No fue, precisamente, en el año 1959, en 1960, o en 1961, asediados, bloqueados, agredidos, invadidos, cuando comenzamos a obtener las primeras medallas, sino 10 años después cuando comenzó a despuntar con tremenda fuerza el deporte cubano, fruto de los primeros esfuerzos en aquellos tiempos duros, por lo que podemos decir que prácticamente hemos estado reconociendo no a los atletas de un siglo, sino a aquellos que comenzaron a ganar laureles hace apenas 30 años.

Ahora estamos a dos meses de iniciado el nuevo siglo y el nuevo milenio; luego, más que mirar hacia el pasado, hay que hablar del siglo que comienza, y de ahora en adelante imaginarnos cuántas medallas ganaremos en los próximos 100 años.

Para decirlo de forma gráfica, hay que tener en cuenta que, desde que se inició aquello que se llamaba república independiente en 1902, y que no era más que una neocolonia de Estados Unidos, hasta que la Revolución triunfa, nuestro país había ganado solo seis medallas de oro en las olimpiadas, y de ellas cuatro las ganó un solo atleta. Y en estos años posteriores al triunfo de la Revolución, nuestro país ha obtenido 51 medallas de oro, a pesar de que no participamos en dos olimpiadas.

En las competencias panamericanas en las que hemos participado, sin excepción, de 10 medallas de oro ganadas en toda la etapa anterior a 1959, después del triunfo obtuvimos 639 medallas. Es decir, aproximadamente unas sesenta y tres veces más medallas de oro.

En los Juegos Centroamericanos, donde en ocasiones pudimos participar amenazando con lanzarnos al mar, como ocurrió allá en Puerto Rico, y lanzarnos al mar para llegar a la costa, competir y ganar merecidas medallas, en todos los juegos anteriores a la Revolución habíamos obtenido 181 medallas de oro, y en los años posteriores al triunfo, en los 30 años de que hablaba, obtuvimos 1 311 medallas de oro.

Sumadas todas las de oro, habíamos obtenido 197 medallas de oro, y después de la victoria revolucionaria hemos ganado 2 001 medallas de oro en estas tres categorías; desde luego, no se cuentan en esta lista las numerosas medallas de oro, de plata y de bronce que hemos ganado en campeonatos mundiales, en copas internacionales y en los llamados Grand Prix, que creo que quiere decir Gran Premio, habría que sumarlas a la suma total. Pero considerando solo las competencias centroamericanas, panamericanas y olímpicas, hemos ganado antes de la Revolución 531 medallas de los tres colores, y después de la Revolución 3 893 medallas.

¿Y qué teníamos cuando comenzamos? Nada.

Comparen lo que vemos hoy aquí, comparen este público de jóvenes de las distintas ramas de la educación o del deporte. Están presentes aproximadamente 200 estudiantes de la recién inaugurada Escuela Internacional de Deportes (Aplausos); aquí hay un numeroso contingente de Camilitos y estudiantes de las fuerzas armadas (Aplausos); por acá también veo las camisas que distinguen a los oficiales y miembros que estudian para garantizar el orden interior (Aplausos); creo que por allá hay marinos y otros oficiales de las fuerzas armadas (Aplausos); allá veo un grupo numeroso de atletas, que no me atrevería a decir de qué escuela provienen. Vemos aquí también cientos de estudiantes de educación física y deportes con sus familiares (Aplausos); vemos atletas ya retirados o jóvenes deportistas, vemos aficionados; pero vemos mucho más que eso que no puede apreciarse desde este sitio, más de 30 000 profesores de educación física y deportes con que cuenta el INDER (Aplausos), de los 37 000 que hemos graduado en los institutos superiores.

Podemos pensar en las 14 ó, mejor dicho, 15, si contamos el municipio especial Isla de la Juventud, escuelas deportivas EIDE, o en las 14 ESPA, donde estudian, considerando ambos tipos de escuelas deportivas, más de 20 000 jóvenes, y, además, 14 centros superiores para la formación de profesores de educación física y deportes, escuelas que vamos a remozar —me refiero a las de educación física y deportes— y reunificar con una capacidad para 10 000 estudiantes en los centros superiores de esta rama, aparte de algunas escuelas de técnicos medios. Ingresarán alrededor de 2 500 estudiantes para profesores de educación física y deportes de nivel superior cada año, de modo que se enriquecerá nuestro ejército de especialistas.

¿Qué era aquello de los primeros días de enero de 1959, cuando los profesores de educación física y deportes eran solo un puñado disperso, cuando no existía una sola de las escuelas que he mencionado aquí? Y así iniciamos este siglo y las medallas no se contarán por miles, se contarán por decenas de miles; habrá que escoger no 100, habrá que escoger por lo menos los 1 000 atletas más destacados del siglo que comienza, y pienso que podrán enchapar de oro este coliseo donde estamos reunidos hoy, lo afirmo con la más absoluta convicción. A la vez, albergamos también la seguridad de que otros pueblos seguirán el ejemplo de Cuba, y ojalá podamos compartir con ellos muchas de las medallas que en teoría podríamos ganar.

Mas las medallas tenemos que arrebatarlas a aquellos que, por haber sido nuestros colonizadores y nuestros saqueadores, hoy se dedican a la compra de atletas de los países del Tercer Mundo, donde no disponen ni de los técnicos, ni de los profesores, ni de las instalaciones deportivas.

Estos jóvenes presentes aquí, de alrededor de 50 países, tendrán la sagrada misión de luchar por el desarrollo del deporte en sus patrias respectivas, porque, como decíamos el día que inauguramos esa escuela, el deporte es bienestar, es estándar de vida, es salud, es felicidad y honor para los pueblos, y quizás el más eficiente instrumento para luchar contra las tendencias delictivas, contra la droga y otros muchos vicios que acosan a las sociedades modernas (Aplausos).

Nos complace infinitamente ver el cariño con que ustedes han rendido tributo a los que tanta gloria han dado a nuestra patria; a los que han izado la Enseña Nacional en lo más alto del podio más de dos mil veces, sin contar las veces que se han alzado con el triunfo en competencias que no son —como decía— ni olímpicas, ni panamericanas, ni centroamericanas.

Nos complace infinitamente que nuestro pueblo haya comprendido el valor de esta noble y sana actividad.

Nos complace pensar que hemos arrancado este siglo con miles de instalaciones deportivas y las que nos faltan; que hayamos arrancado este siglo con un millón y medio de ciudadanos que practican sistemáticamente el deporte o ejercicios físicos bajo la dirección de especialistas; con más de 2 millones de niños, adolescentes y jóvenes estudiantes que cuentan con sus profesores de educación física y deportes, y contarán con más cada año; con hombres y mujeres de la tercera edad, embarazadas y otras categorías de ciudadanos, para quienes el deporte o el ejercicio físico es la salud y la prolongación de la vida. Por dondequiera que miremos, hemos de sentir satisfacción por la obra que ha hecho nuestro pueblo en la era revolucionaria.

Nos complace igualmente afirmar que casi 8 000 especialistas en deporte han prestado servicios en decenas de países cuyos atletas, en ocasiones, han competido y obtenido la victoria frente a nuestros propios atletas. Por tanto, pienso que para los que hemos tenido el privilegio de encontrarnos aquí hoy, habrá un recuerdo inolvidable que es el de esta tarde.

¡Gracias a nuestros atletas, mil veces gracias! (Aplausos.)

¡Perfeccionemos nuestros conocimientos! ¡Perfeccionemos la experiencia y la pericia de nuestros instructores!

¡Hagamos mejores nuestras escuelas!

¡Sigamos siendo guía de los miles de millones de seres humanos que viven en el Tercer Mundo, muchos de los cuales nunca han visto izarse su bandera en una competencia internacional!

¡Sigamos apoyando a los hermanos del Tercer Mundo, y sigámosles demostrando a los poderosos y a los ricos que hay cosas superiores al dinero y superiores a los lujos: el ejemplo que emana de un país que ha sabido resistir un bloqueo de cuarenta y dos años y un período especial de diez años! Y si no fuera suficiente lo demostrado por nuestro pueblo heroico, lo será sin duda lo que desde este mismo momento nos proponemos para los años venideros.

Excúsenme de que no pronuncie una palabra más, tengo un compromiso ineludible, debo reunirme con algunos cientos de estudiantes venezolanos que se encuentran de visita en nuestro país. Por ello, cumplo mi palabra y les doy la buena noticia de que concluyo.

El grupo Moncada volverá de nuevo para amenizar la alegría de esta tarde.

¡Viva el deporte! (Exclamaciones de: "¡Viva!")

¡Viva el internacionalismo! (Exclamaciones de: "¡Viva!")

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(Ovación.)

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