A Fidel no lo detiene nada
Vi por vez primera a Fidel cuando yo trabajaba en Prensa Latina en Colombia, recién creada la agencia. Era una época tan cercana al principio de la Revolución que había un avión de Panamerican que volaba Barranquilla-Camagüey-Miami. Yo estaba haciendo una escala en Camagüey para venir a La Habana y de pronto vi una movilización en el aeropuerto y era Fidel que venía. Entonces llegó, venía Celia Sánchez con él. El avión con el que yo tenía que conectar se demoró mucho porque había mal tiempo, entonces Celia me presentó ante Fidel y conversamos alguna cosa. Él andaba en un DC-3 que se llamaba Pico Turquino, estaba allí en el aeropuerto y, en el que yo me iba, que era un Biscaund de Cubana de esa época, no salió porque había mal tiempo. Fidel terminó de almorzar, llegó y dijo: «Nos vamos».
—No se puede Fidel, porque hay mal tiempo.
—¿Mal tiempo? —preguntó—. La Revolución no cree en mal tiempo.
Se metió en el avión y se fue. Me quedé pensando que iba a tener la primicia de haber visto a Fidel por última vez. Esa noche llegué a La Habana y estaba el Pico Turquino parqueado en el aeropuerto. A Fidel no lo detiene nada.