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Inicio del viaje a la eternidad

Datum: 

30/11/2021

Quelle: 

Verde Olivo

Autor: 

A las seis de la mañana del 30 de noviembre de 2016, el silencio de la Plaza de la Revolución José Martí, permitió que retumbara el eco de la salva de artillería disparada desde San Carlos de la Cabaña, como parte del homenaje al Comandante en Jefe.
 
Cerca de las siete, la voz de firme interrumpió los pensamientos y dos integrantes de la Unidad de Ceremonias de las FAR (Fuerzas  Armadas Revolucionarias) cargaron un ideal. Las cenizas mortales de Fidel Castro Ruz eran colocadas,  a la vista de Raúl, la familia y compañeros de lucha, sobre un armón florecido que las trasladaría desde el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR), hasta Santiago de Cuba.
 
Una escolta amiga aguardaba. Los generales de cuerpo de ejército Leopoldo Cintra Frías, Joaquín Quintas Solá y Ramón Espinosa Martín fueron los primeros en resguardarlas al comenzar el viaje.
 
A ambos lados de la avenida de la Plaza de la Revolución, miembros de las FAR mantuvieron un silencio sepulcral, junto a niños uniformados, sus padres y maestros, parejas abrazadas, vecinos que se arremolinan. No hubo calles despejadas en el Vedado, La Habana Vieja, ni el Cotorro, donde existía la misma aglomeración de personas y vehículos que cuando llegó la caravana de la Libertad.
 
La capital se unió en un cordón humano a Mayabeque, quien se descubrió en el color oscuro de la ropa de sus habitantes y las dedicatorias al hombre y amigo, desde innombrables sitios donde cabían muchos en poco espacio, porque la hilera al borde de la carretera fue suficiente.
 
El suelo yumurino acogió a la caravana por el poblado de Mocha, donde la tensión inconsolable con la que los matanceros aguardaron las cenizas del Comandante, hizo correr lágrimas de agradecimiento por el rostro curtido de los campesinos.

Al filo del mediodía, en la cabecera provincial, la calle Milanés se cerró tras el cortejo, abriéndose en el céntrico parque de la Libertad, donde 57 años atrás, Fidel se dirigió al pueblo desde el balcón del Palacio de Gobierno.
 
Entonces la caravana tomó por la Carretera Central para aproximarse a Limonar, Coliseo y luego desviarse hacia Cárdenas, la ciudad de José Antonio Echeverría, donde esperaban algunas de las personas que hace más de medio siglo abrazaron a Fidel para tenerlo bien cerca del pecho, lugar del que nunca lo dejarían ir.
 
Tras el regreso a la vía principal, el recorrido fue casi en línea recta hasta entrar a la provincia de Villa Clara, en una tarde de emociones y fidelidad, en la cual, hombres y mujeres llenos de fe y medallas, mostraban su cariño al combatiente que inició la guerra en la Sierra Maestra y cambió para siempre la vida en los lugares humildes.
 
En este primer día de recorrido solo nos alcanzó el sol hasta el poblado de Manacas. Por esto el pueblo cienfueguero, a pesar de las bajas temperaturas, recibió de noche las exequias del Comandante, que iluminaron con el resplandor de celulares, linternas y velas.
 
A las 9:44 de la noche, frente al parque Martí, las notas del Himno de Bayamo fueron entonadas a la llegada de la urna resguardada por arreglos de rosas blancas, lirios, crisantemos y miembros de las Tropas de Prevención. Con el retorno de la marcha, la afirmación ¡Yo soy Fidel! inundó el ambiente.
 
Pasada la medianoche arribó al campamento del héroe de la Batalla de Santa Clara, el líder de la Revolución para reunirse con él y los hombres que lo acompañaron en el Frente de Las Villas, y la gesta boliviana. Juntos coordinaron ideas y nuevas ofensivas. Fue este el primer sitio donde los cargadores desmontaron del armón el cofre de cedro y los vehículos de la caravana cambiaron su posición de columna.
 
Entonces, una vigilia santaclareña saludó su llegada. Tras esta, la llama eterna que un día encendiera Fidel, iluminó y resguardó el descanso de los ídolos.